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viernes, 2 de octubre de 2015

El Suspiro de los Montes de Toledo


En mi afán por convertir este blog no sólo en un vademecum de quesos, sino en algo más personal, algo con lo que hacer partícipes a las personas que quiero, hice una lista mental con éstas, y una de las que estaba en los primeros puestos es mi abuela María. Comenzamos con el queso:

En la provincia de Toledo, a  unos 70 kms. de la capital , se encuentra la quesería La Merendera.

La Cooperativa La Merendera, regentada en su totalidad por mujeres, se encuentra en el pueblo de Los Navalmorales

En ella, elaboran un queso tierno en forma de torta que nada tiene que ver con los quesos manchegos al uso que podríamos esperar de esta región.


De leche de cabra pasteurizada, tiene un olor y sabor intenso, con toques lácticos y vegetales, típicos del cardo que se usa para el cuajo.
Carece de corteza en sí, aunque lo recubre una sustancia fina y remelosa grisácea. Es de pasta blanda presentando el mismo nivel de maduración en todo su interior debido al ligero prensado por volteo al que es sometido en su maduración.


Obligatorio comerlo untado, no por que lo digamos nosotros, sino por que así nos lo presentan desde el envoltorio.




Se vende en piezas de algo más de 1 kg. Por suerte, aguanta perfectamente en la nevera ya que nos cundirá por mucho tiempo.
Como otra opción, elaboran el mismo queso en formato más pequeño, denominándolo "quesuco", y en la actualidad también se elabora una torta de leche de oveja.


María Galán Martín, es el nombre completo de mi abuela, que el próximo 9 de octubre cumplirá 86 años.
Nacida en Santa Ana de Pusa, dejó su pueblo natal en 1954 para buscar un futuro mejor, y camino a Madrid (literalmente) dio a luz a mi padre: el segundo de los 4 niños que ha tenido con mi abuelo Federico, Gelico, para sus paisanos.
En la capital, fueron a parar a una casa del famoso barrio de Vallecas, que no tenía ni baño, ni agua corriente, y donde la única intimidad que se podía encontrar era una cortina, que separaba la cama del matrimonio de la de los chicos.
Por suerte, en los años 60 se mudaron a otro no menos famoso barrio, San Blas, a una vivienda con 3 habitaciones y baño que les pareció todo un palacio.
Allí discurrió la vida de la familia: mientras que Federico trabajaba de sol a sol, María luchaba por un futuro mejor para sus hijos, ganándose el cariñoso apelativo que tía Tita le puso: "madre coraje".
Fue allí, a los 14, que mi padre se vio obligado por su madre a matricularse en la Escuela de Formación Profesional. Con el paso de los años, mi padre lo ha valorado como una de las mejores decisiones que tomaron por él en la vida. Recuerdo y homenaje de ello, elaboró durante los cursos una percha de acero y madera con el nombre de mi abuela que aún conserva en una de las habitaciones de la casa.
No fue hasta 1973, con 44 años que conoció la playa, en un viaje en tren a Valencia. Hasta aquel momento el único ocio del que habían disfrutado era pasar el día completo en la piscina de Parque Sindical.
A finales de los 70 empezarían a dar forma a su gran sueño: compraron un terreno en Santa Ana, y construyeron con sus propias manos la casa donde tanto mis primos como yo hemos pasado los mejores momentos de nuestra infancia y adolescencia.
Nos recuerdo haciendo los cuadernillos Santillana junto a ella, y la veía por el rabillo del ojo cómo contaba con los dedos por debajo de la mesa para luego corregirnos las cuentas. Y curándonos todas las heridas en las rodillas que nos hicimos, y echándole vinagre al pobre Héctor que cada año le breaban las avispas.
Y más adelante la lata que la dimos cuando empezamos a salir por la noche al pub del pueblo y nos esperaba despierta.....
Más tarde, ya con 77 años decidió apuntarse a la Escuela para Adultos. Iba tan feliz e ilusionada con sus cuadernos y apuntes que fue una pena que la "crisis" la cerrara.
Pero desde entonces, no hay navidades ni cumpleaños que alguien no la regale libros, que no sólo lee, también copia para mejorar su letra.
Ahora, aunque cada menos debido a sus problemas de vista, también le gusta mucho el punto de cruz, y realiza desde relojes hasta paisajes del Puente Viejo del río Pusa.
 Como todas las abuelas, ella es tierna y calmada, cocina de maravilla y también da besos sonoros. Pero sobre todo es una mujer luchadora, valiente, comprensiva, moderna para su tiempo, e independiente.
Lo que más, lo que más, lo que más me gusta de ella, es que todo el mundo me dice que me parezco a mi abuela.



7 comentarios:

  1. Comentar que desde hace tres años y medio la Abuela María tiene rango mayor, pasando a ser bisabuela.

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  2. Este queso creo que me va gustar tanto como tú emocionante relato

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  3. Como anécdota diré que picando los cimientosal Gélico y a mi nos dijeron que teníamos el pico mocho
    Gracias Jana
    Javi

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  4. Chapó Jaja. Probaremos el queso aunque a mi ya me ha gustado sin probarlos. Las emociones se prueban con el alma, no hacen falta las papilas gustativas. ¡¡Olé niña!!

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  5. Chapó Jaja. Probaremos el queso aunque a mi ya me ha gustado sin probarlos. Las emociones se prueban con el alma, no hacen falta las papilas gustativas. ¡¡Olé niña!!

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