Así me decidí por la quesería Marqués de Mendiola, que ubica su granja en el
pueblo madrileño de Ciempozuelos. Había probado ya sus quesos y me habían
sabido a gloria, así que decidí acercarme al Mercado de Productores y hacerme con
su añejo a base de leche cruda de oveja, con una maduración de entre 9 y 12 meses.
Según había leído en diferentes fuentes, a mayor tiempo de curación, menos cantidad
de lactosa poseen los quesos.
Se trata de un queso de textura firme y consistente que deja
en la boca una sensación densa y de cierta arenosidad. De color amarillento con ojos pequeños repartidos
irregularmente. Se aprecia muy bien la “beta” que va desde la corteza al interior,
signo claro de su larga maduración.
He de decir que nos llevamos una pequeña desilusión por que pensábamos
que solo por el hecho de ser añejo sería un queso de los que deja un regusto picante,
que era lo que Tamara estaba deseando, ya un poco cansada del sabor de los quesos
alemanes.
Además, a Aida no le sentó demasiado bien y acabó la velada algo
indispuesta. Así que a posteriori investigué un poco más acerca del binomio queso
y lactosa, y descubrí que la sola condición del tiempo de maduración no asegura
la pérdida de lactosa, sino que también es indispensable la utilización de ciertas
técnicas artesanales de elaboración similares a las utilizadas en los quesos suizos.
Días después, tanto a Kevin como a mí, este queso nos ha ido
conquistando por su sobrio y elegante sabor, que no defraudará tanto como para su
consumo diario como para evento especial, y por su regusto largo y persistente.
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